El dulce y el vino espumoso, un matrimonio para toda la vida
Un delicioso dulce servido como postre o merienda para animar una tarde con amigos, siempre será mejor si se sirve junto a una delicada copa de vino.
A pesar de que algunos piensan que el dulce y el vino no deben maridarse, en realidad muchos postres, por no decir que todos, se pueden servir con un buen espumoso. La textura cremosa y suave de un Cava o un Champagne, por ejemplo, se aúna fácilmente con cualquiera de las preparaciones para estos deliciosos platos.
El maridaje del vino con el dulce es posible, siempre que se tomen en cuenta algunas recomendaciones para evitar que uno opaque al otro.
Una de las más fundamentales es considerar la concentración de azúcar en el vino, así como su acidez, buscando un complemento armonioso entre ambos, de tal manera que el caldo sea parte de la experiencia de degustar el postre.
Revisa la intensidad de los sabores del vino y del dulce
Cada dulce presenta una intensidad que marca su sabor. Puede ser cremoso, ligeramente ácido, muy azucarado o achocolatado. Lo mismo sucede con el vino, que muestra tonos más cítricos, balsámicos u ofrece notas de crianza de mayor madurez.
Para que el vino y el dulce logren un maridaje perfecto, estos sabores deben equipararse en intensidad. De esta manera, el caldo magnifica las cualidades del postre, que se deja complementar deliciosamente.
La acidez es uno de los puntos clave, ya que los vinos frescos suelen tenerla bastante marcada. Lo mismo sucede con algunos dulces, especialmente los que son a base de frutas. Estos maridan magníficos con el vino, siempre que los gustos cítricos armonicen perfectamente.
Lo mismo sucede con el dulzor o, mejor dicho, el nivel de azúcar. Si el vino tiene un gusto más dulzón que el postre, lo opacaría completamente. Lo mismo en sentido opuesto.
Los espumosos son la opción predilecta para acompañar los dulces, ya que cuentan con una buena acidez, toques justos de dulce y una textura agradable.
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