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Los Vinos Rosados Secos son los más elaborados en las bodegas españolas y francesas. Se trata de unos caldos que destacan por su elegancia y su finura, perfectos para acompañar en ocasiones especiales. Estos caldos rosados suelen estar elaborados con mezclas de Maturana, Tempranillo o Garnacha.
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Con un color muy típico y propio según las uvas que se utilicen, existen tres formas propias de producir este tipo de vino. Ya sea por mezcla, por sangrado o por contacto con el hollejo, es uno de los preferidos como aperitivo.
Es un tipo de vino que destaca por tener un color que puede pasearse desde el anaranjado pálido, hasta llegar a un violeta fuerte. La intensidad del color dependerá del proceso que se siga para su elaboración, junto con los aditivos y las técnicas que se pongan en práctica en su proceso de fabricación.
Es ideal para acompañar cualquier momento especial. Son vinos que mezclan diferentes variedades de uvas, como Tempranillo, Garnacha y Maturana. Contiene un poco del color propio del vino tinto, pero levemente, lo que nos da tono más rosado.
Según los pasos que se ejecutan para la creación del vino rosado seco, podemos dividir el proceso en tres tipos:
El vino rosado se obtiene como un subproducto del vino tinto. Durante este proceso los hollejos o piel de las uvas, junto con el mosto se colocan en grandes recipientes donde se lleva a cabo la maceración y la fermentación.
Dejar reposar el líquido con las pieles y las pepitas de las uvas, aportan el color característico que se busca y todos sus aromas. Una vez que el mosto consigue el tono rosado que se espera, comienza el proceso de sangrado.
En este caso, se emplea este método cuando el vino rosado que se espera obtener es el producto principal. Lo que se hace es pisar o aplastar las uvas de hollejo tinto, para permitir que el mosto entre en contacto con ellos y se dejan así por dos o tres días.
Es el proceso menos común y utilizado, pero puede ocurrir. Se logra a través de la mezcla del vino blanco y el tinto, pero su aplicación no es muy recomendada por expertos vinícolas.
Por lo general, la mayoría de las personas cuando les toca escoger un vino para acompañar una comida o cena suelen decantarse por un vino tinto o uno blanco, y muy pocos consideran un rosé.
Se olvidan de que lo que más destaca de un vino rosado es su cuerpo ligero, que tiene carácter y frescura, pero que además es tan versátil que puede acompañar muy bien cualquier tipo de plato.
Cualquiera de ellos, ya sea dulce o seco acompaña perfecto cualquier evento, así que dependerá de los gustos del comensal escoger uno u otro.
Este es uno de los vinos más producidos en todo el mundo, especialmente en nuestro país. El rosado seco se caracteriza por tener un aspecto más brillante y refrescante que el de los vinos tintos secos, a la vez que tiene grandes similitudes con los vinos blancos más secos. Se obtiene con estas propiedades gracias a la combinación de diversos tipos de uvas. Son muy elegantes y con un gran grado de acidez que le aporta personalidad. Adicionalmente, poseen un sabor mucho más frutal que los diferencia.
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